miércoles, julio 23, 2008
¿QUE IMPORTA EL TRINOMIO DE ORO, LAS DISCULPAS DE GARRIDO... LA FUGA DE RIVADENEYRA?... ¡NO TENGO AGUA!
Qué puede importar que Alan, Lula y Uribe hayan firmado un acuerdo tripartito de seguridad en las zonas fronterizas. O que el ministro de Salud, Hernán Garrido Lecca, haya negado haber calificado de "inútil" al presidente regional de Loreto, Yván Vásquez Valera. O que, incluso, le envíe metafóricos cariñitos. O que el ex presidente regional, Robinson Rivadeneyra, actualmente en la clandestinidad, sienta "cositas", ahora que el brazo de la justicia parece haberse alargado en pos de él. Decimos, nada de ello tiene la menor importancia, ahora que, por un desliz de Sedaloreto, la empresa para municipal de agua potable, me encuentro al borde de una sucia, pegajosa y salada locura: Estoy 2 días sin agua.
Sí -me avergüenza confesarlo- pero todo obedece a mi culpa. Integrante de ese gran ejército de peruanos que esperamos el último minuto para hacer lo que hemos podido obrar antes, el destino -azar, casualidad, circunstancia, fatalidad, usted póngale el nombre- se encargó de darme una lección. Sí, pues, porque nunca es tarde para aprender. Con el rostro cubierto de rubor -natural, por siaca, nada que ver con delatores afeitillos- debo confesar que no pude pagar mi recibo de agua a tiempo y, pues -muy eficiente en esto la empresa municipal-, en la madrugada para amanecer martes, click, me cortaron el servicio.
Martes 9:35 de la mañana. Luego de ir al banco, enrumbo a las oficinas de Sedaloreto. Gente por doquier, colas por todos sitios. Si hasta tenía la impresión que había una cola para hacer colas. "¡Vaya, no soy el único", me dije, tratando de superar un incipiente sentimiento de culpa. Algo desconcertado abordé a un trabajador con handy en la mesa y expresión convincentemente afanosa. Apelando a mi capacidad de síntesis le conté -bajito, muy quedo, como para que nadie más escuchara- mi historia. Vio mi recibo y escribió en él 21.60 Rh. "¡Ajá!, pensé, ¡conque codiguitos secretos!. Casi entro en pánico cuando -sin saber el fulano que padezco de daltonismo, esa curiosa enfermedad que provoca confusión de ciertos colores- me dijo: "Vaya donde la señorita de amarillo, que ella li va a atender". ¡Todas estaban vestidas de amarillo!, al menos para mí. Así que, haciendo acopio de valor, me dirijí a una de ellas: "Disculpe -traté de ser encantador- ¿es usted la señorita de amarillo?" Ella me regaló una sonrisa, mientras que las 20 personas que estaban haciendo cola para hablar con ella comenzaron a protestar "a la cola, a la cola" y uno que otro silbito. Abreviemos, media hora después, la dueña de la misma encantadora sonrisa me indicó -sin más ni más- que fuera a pagar en caja. "Extraño, me dije, para qué me habrá enviado el fulano, entones, a buscar a la señorita de amarillo".
En fin, las cosas parecían marchar bien; además en el televisor estaban pasando una película de Indiana Jones. Los otros 30 minutos se fueron como un suspiro. Sonrío al cajero -es un buen recurso la sonrisa, créanme- y, junto con el recibo, le entrego 60 soles. "De un mes, y la reconexión, por favor", le digo sin dejar de sonreir. El cajero, atento y sonriente también -funciona la fórmula- me dijo sin embargo: "Lo siento, señor, pero tiene que pagar el recibo completo más la reconexión".
Abreviemos nuevamente. Estoy sentado frente al jefe de Recaudación -money is money, honey-, quien me dice, persuasivo: "¿por qué mejor no paga ahora toda la deuda -75 soles- y la reconexión -los enigmáticos 21.60- dentro de una semana?". Yo, para no quedarem atrás y apelando a una inédita capacidad de negociación, estiro la fecha hasta el sábado 2. "¡Hecho!". Pero, suspicaz, me permití decirle: "Pero, supongo que el servicio no me lo van a instalar el 2, ¿verdad?". "No, no, señor -me tranquilizó el jefazo- ahora mismo, en este instante vamos a ordenar la rehabilitación del servicio". Apretón de manos, nuevas sonrisas. Era un éxito. Todo el trámite -el fulano, la señorita de amarillo, el cajero y el jefazo- me había robado sólo un par de horas.
Miércoles, 5:00 de la mañana. Ansioso, como si se tratara de algo importante -pero, en realidad, sí, es muy importante-, espero el murmullo del agua corriendo por las cañerías, el paso previo para llenar un bidón. El murmullo nunca se oyó. Ahora, que son las 8:00 de la mañana -la hora en que Sedaloreto cierra la válvula de esta parte de la ciudad- escribo estas líneas como una suerte de terapia o katarsis. ¿Próximo paso? Visitar la SUNASS, para ver en qué me orientan y, luego, hacer una visita al jefazo.
Después les cuento.
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